El espacio llama a la acción, y antes de la acción la imaginación trabaja.
Gastón Bachelard, “La Poética del espacio”.

El espacio es la extensión real que contiene los cuerpos. Es el contendedor de una temporalidad que es experimentada y sentida de diversas maneras. Las acciones que sobre él pueden ser realizadas tienen la posibilidad de ser imaginarias, reales, o ambas, dependiendo de nuestra disposición a abrirnos a las experiencias que estas acciones nos pueden producir.

Sobre el espacio podemos construir, si después de proyectar objetos que aún no existen y que sólo están en nuestra imaginación nos animamos a realizarlos. Ahora bien, el espacio también puede concebirse como una entidad ya construida sobre la cual actuamos con interés o sin él (adoptando en diversas ocasiones una posición política ya sea clara o difusa), pero que además podemos destruir. En este último caso, nos encontraríamos frente al espacio en ruinas, aquel sobre el cual tenemos la posibilidad de realizar acciones de reconstrucción, como en los diversos proyectos arquitectónicos de rehabilitación de edificios en las grandes ciudades. Por otro lado, podemos también efectuar acciones de intervención, esto es, actuar como mediadores, conservando la especialidad construida o devastada y respetando la temporalidad que contiene, como en las obras de Doris Salcedo. Finalmente, existe una última forma de actuar sobre el espacio y concebirlo como tal, esta es el espacio deconstruido a través de un ejercicio mental e imaginario a partir del cual se intenta recrear la historia detrás de los objetos y las acciones que se han hecho en él. Se puede deconstuir el espacio a través de un ejercicio de argumentación, pero también mediante un proceso de intervención y justo en es punto de cruce entre la imaginación estética que deconstruye y a su vez interviene se encuentra el trabajo de Axel Koschier.

En su obra “Use your head in tennis” Axel realizó un ejercicio de análisis de las diversas actividades en el espacio-galería de ADM, para a partir de ahí deconstruir el actuar cotidiano e intervenir con una serie de piezas que pretendían cambiar la dinámica a la que están acostumbrados los actores que utilizan ese espacio. Con una mesa, un mural y nuevas puertas Axel interpuso piezas que rompen con los usos a los que está dispuesto el lugar, alejándose a la historicidad propia del mismo. En inicio el ejercicio conceptual que propuso el artista parecía interesante, pero por desgracia la realización fue muy pobre. Más allá de que los objetos parecían no terminados, pues daban la impresión de ser errores que no estaban intencionalmente pensados así, no pueden ser utilizados en ese espacio como lo quería el artista, ni mucho menos lograban despertar en el espectador emociones que le permitieran recrear la actualidad y la potencialidad que éste tiene, es decir ocuparlo de diversas formas y en distintos momentos. De hecho ni siquiera los objetos ocupaban el espacio-galería, y aquí entiendo ocupar como un habitar, un vivir en el lugar.

Quizás el fracaso de la pieza se deba a las diferencias culturales, a la dificultad de comprender la forma en la que un espacio se recrea socialmente en el tiempo o tal vez a la imposibilidad de comprender el dinamismo que puede poseer el espacio como tal, a ese llamado a la acción y a la imaginación que el espacio nos pide y que la fenomenología de Bachelard analiza con gran profundidad. Acaso sea que es el resultado de la constante experimentación en el mundo de las ideas y el fracaso en su ejecución, un fenómeno común que se repite en muchos piezas en el arte contemporáneo.

Gemma Argüello Manresa

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Índice, pero no impronta
A propósito de Axel Koschier en Centro ADM

En los últimos cuatro años Axel Koschier (Austria, 1980) ha desarrollado estrategias de ocupación a través de dispositivos escultóricos completamente alejados de los postulados modernos de esa disciplina. Las principales piezas de su juego enlazan al video, la iluminación ofrecida por los videoproyectores, objetos de uso cotidiano resignificados, madera tratada bajo procedimientos industriales (una auténtica vulgaridad para quien también se desempeña como ebanista) y un buen repertorio de herramientas o mobiliario asociado al trabajo en talleres de oficiantes que se puede adquirir fácilmente en varias cadenas de tiendas departamentales orientadas al Do it yourself.
Justo antes de llegar a México, Axel, en varias ocasiones con la colaboración de Belén Rodríguez González, ha desarrollado sutiles redes objetuales cuya fenomenología provoca interferencias perceptuales para designar con claridad los límites entre lo estético y lo utilitario, así como entre la apropiación de una arquitectura dada y la negación de la misma. Koschier ha tratado el espacio museístico cual bodega, aunque sin anular del todo su función expositiva. Cuando ha trabajado en locaciones “ocupadas” para el montaje de sus constelaciones, la disposición y arreglo de sus objetos revela su naturaleza procesual (otras veces la niega de manera explícita), acompañados ocasionalmente de “guías” que hacen las veces de complemento formal.

Otro aspecto provocador es la clara decisión de indeferenciar el soporte del contenido. La pantalla que recibe la proyección de video o los burros donde se soporta una tabla habilitada como mesa se ofrecen sin neutralización alguna, resistencia clara a los procedimientos museográficos contemporáneos con precedentes no menos irritantes en la escultura finisecular como los ofrecidos por Cady Noland. Sin embargo, la acumulación de objetos realizada por Koschier se modula y nunca se desborda de modo grosero o irrefrenable. En todo caso, el artista impone un orden en el espacio cuyo rigor y limpieza desconcierta: no parece un arreglo simple pero engancha por su apariencia desordenada o arbitraria.

Para Centro ADM, Koschier ha desarrollado un conjunto de interferencias y expansiones del espacio de trabajo a partir de unidades cuyo eje articulación está en la aplicación de color. Podrían hacerse rápidas asociaciones entre el impacto de la cultura local y la respuesta de un artista extranjero ante ella. En realidad, durante su estancia en México, nuestro artista residente arribó al territorio de la pintura, actividad nunca antes ejercida, ahora explorada a través de un proceso de investigación mucho más interesado por el comportamiento, resistencia y expansión de los soportes materiales utilizados (incluidos los pigmentos y tintes) que en las posibilidades de la representación bidimensional.
La inserción de color a través de pigmentos y estructuras móviles en la arquitectura de este centro cultural abreva en dicho hallazgo, el cual coexiste con el uso del video cual mecanismo de localización, un intento por denotar la compleja geoespecificidad de la Ciudad de México, mientras un bodoque de proporciones irregulares nos disuade de asumir con facilidad un conjunto de inflexiones armónicas y bien reguladas dispuestas con discreción, casi buen gusto.
Nada de eso. Lo mejor está por venir.

Irving Domínguez, noviembre del 2011, en la Zonaja – Ciudad de México.

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