Magnus Wennman, está causando fuertes impresiones en el mundo gracias a su proyecto fotográfico titulado ‘Where The Children Sleep’, en donde retrata la brutal situación que están viviendo los niños refugiados de Siria en el Medio Oriente y en las fronteras de Europa.
Desde hace un par de años, el fotoperiodista sueco Magnus Wennman ha dedicado gran parte de su labor profesional a viajar por distintas regiones en donde los conflictos bélicos han ocasionado (entre otras cosas) el desplazamiento de cientos de familias hacia múltiples rincones del planeta. Gracias a esa labor, el dos veces ganador del World Press Photo ha logrado evidenciar la situación de vulnerabilidad que sufren los niños víctimas de la guerra; fotografías que cuentan desgarradoras historias de vida que ocurren a cada instante.
De acuerdo con datos de Aftonbladet, en lo que va del conflicto sirio más de dos millones de niños han tenido que dejar sus hogares, familias y amigos. Por lo cual, el objetivo del proyecto más reciente de este fotógrafo titulado “Where The Children Sleep” (donde los niños duermen), es mostrar que los pequeños han perdido mucho más que sólo sus camas.
Wennman, declaró recientemente que si bien, las imágenes pueden ser sensibles y difíciles de entender para la sociedad, “no hay nada difícil de entender en que los niños necesitan un lugar seguro para dormir . Eso es fácil de entender”.
A continuación el trabajo:
Abdullah, cinco años, Belgrad, Serbia
Abdullah tiene una enfermedad en la sangre, pero su madre no tiene dinero para comprar la medicina. Duerme afuera de la estación central de Belgrado. Vio morir a su hermana. “Él todavía está en estado de shock y tiene pesadillas todas las noches “, dice su madre.
Ahmed, seis años, Horgos, Serbia
Ahmed, duerme en la hierba después de la media noche, mientras los adultos planean la forma de salir de Hungría. “Es valiente y sólo llora a veces en las noches”, dice su tío que cuida de él después de que su padre fue asesinado en el norte de Siria.
Maram, ocho años, Amman
Mara sufrió de traumatismo craneal causado una hemorragia cerebral, después de que un pedazo de techo de su casa le cayera encima, cuando un cohete impactó su casa. Durante los primeros 11 días , Maram estaba en coma . Ella ahora está consciente, pero tiene una fractura de mandíbula y no puede hablar.
Ralia y Rafah, siete y trece años, Beirut
Huyeron con su padre de Damasco donde una granada mató a su mare y su hermana. Durante un año ha dormido en las calles sobre cajas de cartón. Rafah dice que tiene miedo de los “chicos malos” con lo que Ralia comieneza a llorar.
Moyad, cinco años, Amman
Moyad y su madre se dirigían al mercado de Dar´a a comprar harina para hacer un pastel de espinaca, al pasar junto a un coche bomba, la madre de Moyad murió inatantaneamente. Él fue trasladado a Jordania, tiene heridas en su cabeza, espalda y pelvis.
Lammar, cinco años, Horgos, Serbia
Lammar duerme en el bosque, asustada, con frío y triste. “La bomba le cambió todo”, dice su abuela. Después de dos intentos de cruzar el mar de Turquía, lograron llegar a la frontera cerrada de Hungría.
Walaa, cinco años, Dar-El-Ias
Ella nunca lloraba en la cama, en el campo de refugiados, Walaa llora cada noche. Ahora teme dormir y poner la cabeza sobre la almohada, porque los ataques fueron en la noche. “La noche es horrible”, dice. En el día su madre le construye una casita con almohadas para enseñarle que no hay nada que temer.
Ahmad, siete años, Horgos/Roszke
Una bomba cayó en la casa de Ahmad golpeándolo en su cabeza, él sobrevivió pero su pequeño hermano no. Su familia ha dormido en las calles, el bosque, las paradas de autobuses y ahora en la carretera que conduce a la frontera cerrada de Hungría.
Shiraz, nueve años, Suruc
Shiraz tenía tres meses cuando fue diagnosticado con poliomielitis. Shiraz, recibió una cuna de madera en el campo de refugiados de Kobane Turquía. Ella está acostada día y noche.
Shehd, siete años
A Shehd le encanta dibujar, pero ya no puede hacerlo más porque su familia no llevó consigo papel ni lápices en su viaje a la frontera cerrada de Hungría. Si la familia hubiera sabido lo difícil que sería el traslado, habrían optado por arriesgar sus vidas en Siria.
Amir, veinte meses, Zahle Fayda
Amir nació en un campo de refugiados. En la carpa donde vive, no tiene juguetes, ni cuna, pero “se ríe mucho aunque no habla”, dice su madre quien piensa que estaba traumatizado desde antes de nacer.
Fara, dos años, Azraq
Fara ma el fútbol, su padre intenta hacer balones con todo lo que encuentra para que ella y su hermana mayor Tisam juega. Todas las noches, su padre tiene la esperanza de que mañana ellas puedan tener una pelota adecuada para jugar.
Juliana, dos años, Horgos, Serbia
La familia de Juliana ha estado caminando a través de Serbia durante dos días. Las moscas se posan en su rostro, mientras ella duerme, están a 34 grados centígrados. Es finales de agosto y Hungría está a punto de atrincherarse con alambre de púas para no admitir a más refugiados, la familia de Juliana espera llegar antes de que la frontera se cierre.