El atractivo de ‘Joven y Bella’ reside en el misterio,la indiferencia y la contradicción moral. Podríamos definirla como un thriller que mantiene al espectador siempre en desconcierto
Pocos cineastas retratan la sexualidad como François Ozon, quien en 2013 presentó en Cannes ‘Joven y Bella‘, la historia del despertar sexual de una adolescente que sobrelleva una visa de estudiante y prostituta al mismo tiempo; esta cinta produjo múltiples reacciones tanto a favor como en contra por parte de la crítica. Aunque no es el mejor material del director, sí representa un material cinematográfico digno de ver, lleno de sensatez y un tratamiento justo a la temática.
Lo que llama la atención en toda la película es el carácter de su protagonista Isabelle (Marine Vacth), la joven que a pesar de tener una estabilidad económica, familia comprensiva y amigas, opta por el ‘turbio’ camino de vender su cuerpo a extraños. Es en este punto donde el director comienza a tocar el terreno del placer secreto y quizá oscuro, donde Isabelle se ve confrontada por su familia y la policía al descubrir su doble vida.
El atractivo de ‘Joven y Bella‘ reside en el misterio, la indiferencia y la contradicción moral. Podríamos definirla como un thriller que mantiene al espectador siempre en desconcierto sobre la dirección de la historia y la reacción de sus personajes ante la adversidad. El trabajo de Ozon se vuelve una pieza compleja de entender y que deja al final un sabor a incertidumbre, además de un inevitable análisis y posterior reelecta.